domingo, 11 de febrero de 2007

Cualquiera pude ser estúpido alguna vez en la vida


Hubo un tiempo en que formaba parte de un campamento de lolos capaces de sobrevivir en condiciones adversas, en donde el alimento escaceaba, la ropa era gruesa y el calor infernal, en donde la comodidad era una concepto que no existía, y donde el agua era oro. Algo similar al campamento Krusty, pero en pleno febrero. Volviendo al tema del agua, cada mañana nos llenaban la cantimplora, y esa era la ración diaria del vital elemento. Yo, imbécil, llevé una cantimplora chica con capacidad de 1/2 litro. Horrible. Pero un día, tratando de encontrar formas para que esa agua sea más refrescante, recurrí al truco de echarle alkas para que tenga un leve sabor mentolado. Nada, los alkas estaban sumergidos allá en el fondo de mi recipiente de aluminio, sin soltar ni una pizca de sabor, asi que pensé - y si le echo un poco de pasta de dientes, a lo mejor ahí si va a soltar más sabor mentolado- y lo hice, pero guácala, fue la peor estupidez que pude haber hecho, el agua quedó llena de espuma de pasta de dientes y el sabor más q refrescarme, me provocaba nauseas. Ese día no tomé agua.

Ilustración por Alberto Cerriteño

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