Aspirar a ser alguien

No me acuerdo bien quien y que salía en los comerciales, sólo me acuerdo que había que enviar 10 sobres de jugos Yupi vacíos a la casilla no se cuanto, correo central Stgo. para pertenecer a la gran liga de los "Yupiboys", lo que era toda una maravilla para un pequeñín como yo que en ese tiempo bordeaba los 9 años.

Ahora recuerdo algo. Salían unos pendejos medios rubios que cantaban los yupiboys, con la música de los cazafantasmas, mientras yo aspiraba a ser como ellos (en ese mismo momento obligué a mi mamá cambiar el Tang por Yupi pa juntar los sobres).
Cuando envié esos sobres, me sentí cada vez más cerca de ser alguien, pero pasaron y pasaron los días, y nada, la idea de ser un yupiboy se esfumaba cada día.
Un día volví del colegio a la casa, después de una tarde en donde había que inventar un poema. Me salió horrible. A nadie le había gustado, ni siquiera la profesora trató de hacerme sentir bien, menos mis papás, cuando se los lei (Realmente debió haber sido una mierda de poema). Me sentí muy frustrado, pero todo se compensó cuando mi mamá me dijo, Oscar (no Óscar) te llegó una carta. Ahí estaba, un sobre grande de color gris, con cosas amarillas y fuccias, y decía mi nombre. En ese momento me sentí el hombre más feliz del mundo, porque era la carta de bienvenida a los famosos Yupiboys. Abrí inmediatamente el sobre y adentro venía una carta, una regla y un autoadhehsivo. Nada más. Plop, eso era ser un yupiboys. Nada de cercanía con los rubios del barrio alto, ni con mis malditas aspiraciones de ser alguien. Desde ese día me di cuenta que aspirar a ser algo de la tele es una imbecilidad, y que la poesía no va conmigo.

Nada más loser que ser un Yupiboys.


Ilustración por Jim Norris

P.d. Siento que la redacción me quedó como la callampa.